El oficio de carbonero debió de tener buena importancia en la villa de San Agustín del Guadalix, así lo atestiguan la gran cantidad de carboneras que existen en su monte, y cuyos restos aún se pueden observar en el dicho monte, el monte Moncalvillo.
No debía ser un oficio sencillo, si no todo lo contrario, y el continuo cuidado y preparo de las carboneras, debió ser un trabajo duro y esclavizante.
Desde la limpieza del lugar en que iba a instalarse la carbonera, el lecho de piedras, pasando por el apilamiento de palos y posterior recubrimiento de tierra, hacia requerible un cuidado intenso y continuo, debiendo estar noche y día para evitar el encendido de esta, para que la combustión fuese lenta y sin llama.
La noche ni el día eran justificación para el abandono de estas, por lo que se construían al lado, unos grandes chozos de piedra y tierra, a los que se les llamaba casitos, en ellos y por turnos, irían relevando para dormir, los seguramente varios operarios de que se compondría las cuadrillas de carboneros.
Restos de estos casitos, suelen aparecer cercanos a cada carbonera.
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